Déjà Vu
Después de una noche de alcohol en el bar de Ningún Lugar, desperté en
el frío cuarto de un modesto y desconocido hotel, pero a pesar de lo
pequeño que era, su rústica ventana me daba una vista esplendorosa;
podía ver desde ahí la plaza,ver como la gente caminaba. Pude sentir
los primeros rayos del sol atravesar el vidrio; incluso, fueron esas
caricias que Señor Sol me regaló las cuales me despertaron en medio de
una linda resaca a la cual ya suelo ser inmune. Mientras observaba a
la gente caminar en un sábado en la mañana, pude alimentar mi alma,
pero también mi hambre al ver a las señoras ir caminando de la mano de
sus hijos con un poco de pan y un frío litro de leche. Di la media
vuelta y me dispuse a tomar un baño caliente; al salir, me alejé del
hotel y aún con un poco de rocío en el aire, fui a un pequeño Café a
unas cuadras de la plaza. Todo era muy acogedor; me sentía como en
casa aunque ésta no fuera ni la sombra de lo que me ofrecía este
pequeño hogar. Había varios adornos navideños; se podía sentir el
espíritu, muy a pesar de que lo tenía casi olvidado, ahí en el cajón
junto a los recuerdos de la felicidad y las ganas de ser Judía. Los
señores que disfrutaban de un café endulzado con felicidad me veían
como tratando de averiguar quien era; eso me fascino porque decía de
lo maravilloso que era este tesoro escondido; no sólo era perfecto
Ningún Lugar por su belleza, sino que también era increible como toda
la gente sin conocerse se conocía y como era perceptible la presencia
de una extraña perdida que buscaba su hogar lejos de casa. Les di los
buenos días en medio de una sonrisa, pedí un té ya que no soy muy
amiga del café y mientras comía unas galletas veía a mi alrededor,
como tratando de reconocer todo; sentía que algo me llamaba a esa
tierra, era como si ya hubiese estado ahí. Miré hacia la puerta y una
pequeña silueta adornada con un vestido multicolor atrajo mi atención;
se trataba de una niña de no más de cuatro años. Me recordó tanto a
mí; a esos dias tan lejanos y tan atesorados en que solía ir y venir
de un lugar a otro con mis padres; fue entonces cuando comprendí y con
el estruendo de un déjà vu recordé que fue hace unos veinte años
cuando pisé por primera vez este suelo. Aquí pasé un día con mis
padres antes de llegar a la Gran Ciudad por primera vez... fue
entonces cuando sentí lo mucho que extraño a los viejos.
5 comentarios:
oohhh... :(
Nada como preguntarse en que punto o que pensamiento nos arrastró hacia la degradación.
Al final solo queremos morir con un amante en un viejo tren
Multifacética...me agrada es interesante contagias de nostalgia a este corazón de indigente.
No tardes tanto en actualizar...Por aqui andaremos
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