Die Sonne

Me empiezan a estorbar los rayos de sol; se empieza a colar el aire por la ventana. Todo un mar se empieza a meter en la habitación. Me sumerjo poco a poco; lo disfruto. Qué delicia. Sí, acaríciame un poco más; no lo dejes de hacer. Recorre cada centímetro de mi piel. Ilumínala. Refréscala. Poco a poco lo empiezo a sentir; todo surge desde adentro, todo se va moviendo, queriendo encontrar la salida, queriendo hacer explosión. Despacio, muy despacio comienza a salir, por cada poro, por cada diminuto poro de mi piel. Se manifiesta todo eso que me provocas; todo eso que sólo puedo sentir cuando recorres mi árida piel mientras la nutres. Continúas por cada orilla de mi cuerpo y me limito a disfrutar, a dejarme llevar por la pasión, a gozar lo que poco a poco voy sintiendo. Todo aumenta, tus caricias, el placer. Todo es intenso. Todo tan intenso como tú y como yo. Dejas poco a poco la suavidad y me empiezas a tocar de forma más agresiva y con el aumento en tu fuerza aumenta la satisfacción. Cierro los ojos y disfruto como los acaricias, tan sutilmente que contrasta con lo fuerte que tomas mis brazos; empiezas a presionar en mis piernas; es tanta la fuerza que quema, pero eso no resta el placer. Sigues con tu tarea y ahora, en un segundo recorres todo mi cuerpo. Estás completamente encima de mí, pero aun me puedo mover. Estiro los brazos y empiezo a traspasarte; tu luz se transmite entre mis dedos, directo a mi cara. Comienzo a abrir los ojos; ahí estás tan enorme, tan brillante como siempre. Con tus tonos rojizos que se van del naranja al amarillo brillante. Ya no me estorba tu luz, ahora la disfruto. Te doy los buenos días y comparto un poco de líquido cítrico con cada uno de tus rayos.