Un Día Normal
Era un día como cualquier otro; un martes cualquiera en el que apenas va comenzando la semana, pero uno quisiera que terminase en un suspiro y que se esfumara más rápido de lo que llegó. Era una mitad de día común, pero un poco más frío que el anterior, aun y con los rayos de sol que se dibujaban por la ventana.
-Buenos días señor Sol, le dije, y el muy burlón me picoteo los ojos, haciendo un poco más torpe el despertar de mis neuronas y con ellas, mis sentidos; creo que hasta mi pulso seguía en reposo, pero aún así seguí mi movimiento absurdo, casi queriendo calentar mis músculos con un andar casi inútil.
Era un día normal, pero sentía que me faltaba algo, y como quien quiere recordar, tomé mi agenda; no sabía con exactitud para qué, pero la tomé y la miraba como si me la hubiera encontrado en el piso de algún desconocido lugar, pero aunque me pareciera extraña, era Ella, era mi Agenda; esa que más que tal cosa parecía diario, con acotaciones aquí y allá, como advirtiendo que era lo que se esperaba si se me ocurría llamar a tal o cuál persona. Con cada página que daba vuelta, cada numero par de personas que se desvanecían. De pronto, saltó a la vista un nombre, éste sin tanto garabato al rededor: era Natalia, la que se sentaba junto a mí en la secundaria, la que se iba conmigo a la preparatoria; la misma que al entrar a la universidad decidió irse muy lejos, pero que siguió alimentando una sincera amistad. Tenía tanto tiempo sin verla, tanto que su rostro era una borrosa sombra; de pronto una pequeña foto cayó del viejo libro. Éramos ella y yo. Ella, con su sonrisa casi permanente que le ilumina la vida a cualquiera; yo, con una mirada casi perdida como queriendo encontrar algo más allá de mi percepción. Entonces, recordé que no fue hace mucho que me escribió diciendo que vendría una temporada; marqué a casa de sus padres tan pronto como mis dedos fríos me lo permitieron y fue su hermano menor quien me dijo que sus planes de venir habían sido cancelados pues, con su próxima titulación y una oferta de trabajo, le era casi imposible; me entumí aún más al pensar que tanta casualidad era casi ficticia, como si todo hubiera sido en vano. Sacudí la cabeza, me metí a bañar y al salir abusé del directorio y casi reservo un viaje a Marte...
3 comentarios:
No fue tan normal después de todo. Los viajes a marte siempre tienen una razón que se envuelve en corazón. Ay! eso del 14 de febrero me pone medía ñoña, pero creo que deberías pedir su número teléfonico y hacerle una pequeña llamada, a ella le va a encanar y tu te sentiras mucho mejor.
saludos.
En un principio pensé que habías visto mi nombre en la Agenda. Yo no iré a Marte pues de allá vengo. Quisiera ir a Venus y fascinarme hasta el cansancio para después Ir a Otra Galaxia pues quizá el cometa lo destroze todo...
Disfruta de tu nostalgia y ese nudo en la garganta que hará del encuentro algo memorable sin necesidad de ninguna Agenda e intocable por el Alz Heimer.
al menos te atreviste a llamar, a veces se me ocurre llamar a alguien ke no veo hace años, pero soy un cobarde...siempre pienso ke no va a estar o ke voi a fastidiar, tu no, eso me gustó.
eso si, yo hubiese reservado un ticket a Plutón, pero creo ke ya no hacen viajes para allá, supe ke ahora es un mal negocio...
saludos.
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