jueves, diciembre 07, 2006

La Luna Iluminará París

Creo que no es necesario que lo diga pues las palabras están de más, pero no importa; todo fue tan mágico que es necesario relatarlo. Sí, no soporté las ganas de ir de nuevo a ese bar que tenía tan olvidado y que me dio un nuevo aliento. Quería encontrarle de nuevo y creer que no había sido obra de la casualidad sino del destino. Llegué ahí tan arreglada como si se tratase de una ocasión muy especial. Esperaba encontrarle ahí frente al piano, tocando esas melodías que tanto llamaron mi atención, pero no estaba. Todo parecía tan lúgubre sin su presencia, sin su inspiración volando en ese pequeño espacio. No me quedo más remedio que ir a la barra. Saludé a Juan, mi amigo el bartender; le pedí lo de siempre y me quedé esperando a que en unos minutos me sirviera el tan esperado martini, pero pasaron las horas y nunca llego, y poco a poco el alcohol se fue evaporando con mis sueños. No lo quería hacer, pero partí, aún con la esperanza de encontrarle a punto de tocar el marfil de aquel piano, y no fue así. Cabizbaja me dirigí a la puerta y de repente sentí como una suave, pero madura mano rozaba mi mentón; automáticamente, mis ojos brillaron y sólo levanté la mirada para encontrarme con su rostro. Sentí como la cara de ambos presentaba el bosquejo de una sonrisa. Esta vez lo invite a mi departamento; sabía que no sería la misma atmósfera que nos regaló su casa, pero lo único que quería era compartir las primeras horas del nuevo día con él. Llegamos y con el son de la música se fueron tejiendo palabras, tiernas caricias y miradas infinitas. No, no había sido la pasión que me regaló la otra noche, ni los martinis, ni mucho menos esa experiencia que su mirada grita; era algo más; algo que me envuelve. Era ese continuo ir y venir de tiernos roces entre nuestras manos. Saber que no se necesitaba de calor corporal cuando nuestras almas tan calidas podrían encender hasta el más verde trozo de madera. Era él, sus manos, sus hermosos ojos aceituna. El roce de sus dedos con los míos, mis manos buscando los poros de su piel. Todo era tan bello y yo me sentí tan hermosa, como cuando me dijo “tus ojos son un satélite de plata lleno de sutiles cráteres, por eso te llamas Luna”. Algo en mi interior me dijo que no todo podía ser tan perfecto cuando tristemente escuché “y debo partir a Tierra ahora pues París me espera.” Y así sentí como una triste melodía parisina acompañaba mi melancolía.

7 comentarios:

Feldmarschall González dijo...

Wooow, así que quedaste al descubierto.

Adiós, sólo-yo-sé-quien-eres-y-los-demás-no 8-)

Carolina dijo...

Wii yo ya sé quién eres.

Anónimo dijo...

Yo lo descubrí primero :10, y fue bien feliz... es bien feliz dejar a una persona al descubierto de muchas cosas...

Ok, me propasé.

Camilo dijo...

Quién es un millón de pesestas a quién me diga 00d y la cabeza de algún enemigo 00d.
Bueno ya en serio esta muy buena esta parte cuando jugamos con la cuasulidad y creemos que no existen y bla vivir es un riesgo perpetuo

Camilo dijo...

ya sé PND

Sangrenelojo dijo...

hola llegué a tu fotolog por kasualidad, y desde allí me metí a tu blog...me gustó harto lo ke eskribes...voy a pasar mas seguido...ojalá pases por el mío...ke en algo se parece al tuyo...

ya...me despido.

Anónimo dijo...

Allo!! he llegado a tu blog por medio de Raal y me he quedado pasmada! fue agradble leer tus relatos sobre todo por el toque personal que le das, yo apenas empiezo el mio. Que tengas buen dia y por aqui me estaras viendo. saludos desde Cancun.