Murciélago

Perdida me encuentro
en esta soledad interminable;
la luz del recuerdo
es lo único que me ilumina.
Tú en mi mente, tan abominable;
tú, un ser de luz
que se dejó apagar por la tristeza,
me hiciste perderme en tu oscuridad,
ambos perdidos aquí,
nadie más, sólo tú,
sólo yo y esta oscuridad marchita.
Y a pesar de estar solos
en el mismo espacio,
en la misma habitación,
no nos encontramos.
Quisiera alcanzar tus manos,
con ellas acercarme al cielo.
Qué tonta soy.
¿Cómo puedo hacerle si no te veo?
Mi boca se cansa de este grito.
Mis cuerdas rotas de tanto llamarte.
Tus oídos sordos no puedo alcanzar.
Te empeñas en herirme
y yo ya no puedo más.
Mis ojos se han cansado
de buscarte ciegamente.
Es como si no estuvieras,
pero yo sé que estás aquí.
Siento tu latir irse más fuerte,
ese palpitar que te guía en la oscuridad.
Con cada impulso buscas aquello
que los otros te han negado.
Y entonces, me dejo guiar
por ese estruendoso latir.
Camino en la nada
cual murciélago infeliz,
y de pronto, me siento aturdida.
Es ese latir tuyo tan impaciente,
tan falto de esperanza.
Me acerco a ti, finalmente.
Por fin puedo estar junto a ti.
Siento tu respirar tan cerca de mí.
Olfateo ese néctar que desprende tu piel.
Eres tan dulce como imaginé,
sin embargo, no puedo decirte
si eres tal y como te idealicé.
Y no es que lo seas o no,
simplemente, no tenía idea clara.
Hay seres que no se guían por imágenes.
Esos seres que se guían con sonidos.
Criaturas que se dejan llevar
y que sólo intuyen.
Hay seres que se limitan a sentir,
que recolectan pistas y piezas.
Seres que arman su rompecabezas.
Habemos seres así...